No es porque estemos ya en la estación primaveral, es porque apetece ese vino fresco, desenfadado, con un color sugerente, aromas frutales... Si hablo del vino rosado, ese vino que parece denostar todo el mundo y que es el primer zumo de uva tinta, apenas macerada, que nos hace más mediterráneos y preparados para los días de más luz en esta estación.
Garnachas, Bobal, Syrah, Tempranillo, Cabernet Sauvignon....cantidad de uvas que nos dan un toque de color y frescura en este tiempo tan desigual de frías mañanas y tardes, con apetecibles mediodías, con dias ventosos, lluviosos, casi veraniegos y que de vez en cuando nos puede sorprender con una nevada tardía, no muy apreciada por los labriegos, pero que en primavera pueda pasar de todo.
Las Garnachas navarras este año están espectaculares, he tenido la oportunidad de catar algún vino de bodegas tan insignes como Ochoa, Marco Real, con su Homenaje vestido de etiquetas sugerentes e incluso algún vino de Irache.
La combinación de Merlot y Cabernet Sauvignon tampoco desagrada, así pues Bodegas Pirineos tiene el Montesierra Rosado muy apetecible, con aromas florales y frutales muy frescos y una gran frescura en boca, ideal para ese aperitivo de antes de comer, incluso para despues continuar con carnes ligeras.
El rosado de Syrah de Cristina Calvache también es fresco, muy denso, con un color rosado y destellos violáceos que lo hacen perfecto para tomar un arrocito a la vera del mediterráneo y volver a encontrar aquellos aromas que provenían de los naranjos cercanos a la playa, de las veras valencianas y castellonenses.
Este año no he podido aún catar los bobales rosados de la D.O. Utiel-Requena y D.O. Manchuela, bueno alguno sí como el Parreño de Latorre Agrovinícola, cosa que no voy a tardar en hacerlo, ya que repetir esa frescura, esa golosina de fresa que no empalaga pero si deleita va a volver a ser una de las experiencias de la que quiero volver a sentir de nuevo, como no, rodeado de mis amigos y seres queridos.
Así es que señoras y señores, es tiempo de rosados y perdamos el complejo o quizá retomemos la tradición de que un buen rosado es el mosto flor de las mejores uvas que se sacrifican en pro de darnos ese toque de color y frescura necesario para acompañar a esta estación del año junto a la luz del sol.