Quién iba a decirme a mi que la cultura del vino es tan apasionante, quizá nunca tuve una afición anterior más que mi propia profesión por la que siento también verdadera pasión aunque es mucho más fría e impersonal que la cultura del vino.
El vino siempre ha sido un elemento que ha estado presente siempre en muchas ocasiones de mi vida, los fines de semana era algo que había que comprar en la bodeguita o en la cooperativa, era un símbolo de celebración en muchos aspectos. Recuerdo que en casa se compraban algunas botellas de vinos de Valencia o de Utiel-Requena los sábados y que, siendo aún niño, mezclarlo con gaseosa era la única manera de que lo pudiera probar a edades tempranas.
Ya siendo adulto y consciente de que había una revolución en el mundo del vino español, a finales de los 80, no fue hasta entrados ya los 90 y con el nuevo siglo dónde empecé a conocer los entresijos de la cultura del vino. Visitar bodegas y viñedos, conocer a personas relacionadas con la elaboración o comercialización de vinos era algo que me fascinaba. Tenía algo místico entender como la uva se transformaba en este elemento líquido lleno de azúcares y polifenoles que acababa siendo embotellado bajo la denominación de vino.
Con la llegada de las redes sociales y la web 2.0 me decidí a divulgar mis experiencias con el vino, mis viajes a zonas elaboradoras, visitando bodegas, acudiendo a catas y descubriendo los lugares próximos a mi residencia me dieron pie a seguir conociendo cada día más esa mística idea que yo tenía sobre el vino.
La cultura del vino está formada por una serie de elementos muy importantes para poder entenderla, obviamente el viñedo, las bodegas y el propio vino son importantes, pero más importantes quizá son las personas que lo hacen posible. Así pues la cultura es propia de los hombres, el paisaje y una forma de vida, esta relación hace que podamos encontrar una simbiosis entre vino, personas y cultura.
El hecho importante de las relaciones sociales en torno a la cultura es innegable y no menos para conocer la historia del vino. Siempre hubo culturas en las que este elemento fue nexo de unión para reunir a personas, celebrar triunfos e incluso el cristianismo utiliza el vino como celebración de su rito más sagrado.
Cada día siento mayor fascinación por la cultura del vino, quizá mi origen mediterráneo y la cercanía de grandes zonas de producción sean una ventaja para ello, pero no por ello no dejo de descubrir la historia y el futuro de esta tradición. Cuando escucho que España es un país donde el consumo de vino disminuye, pienso en todas aquellas personas y regiones que prosperaron gracias al vino y pienso que desperdiciamos la oportunidad de vivir una parte de nuestra cultura.
Hoy en día tenemos las mejores técnicas, los mejores frutos, el mejor clima y personas formadas, es difícil no encontrar un vino de calidad en nuestras mesas. Atravesamos momentos complicados en nuestra economía, dirigida por conceptos como globalización, cifras macroeconómicas, ratios de productividad, beneficio, todo en torno a términos financieros, pero qué pasa con nuestra mayor riqueza, nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestros sueños, ... Así pues, desde esta reflexión personal, animo a que no olvidemos nuestras raíces y sigamos conociendo nuestra cultura, ahora podemos disfrutarla de una forma mucho más moderna y además darla a conocer al mundo, pero para ello no debemos olvidarla ni dejarla aparcada simplemente porque no está de moda.