martes, 14 de junio de 2022

Crónica de Vinoble 2022

Tras el parón obligatorio por la Covid-19, el Alcázar de Jerez abrió sus puertas y jardines desde el 29 al 31 de mayo para acoger la XI edición de Vinoble. Había muchas ganas de volver a este Salón, uno de los más populares entre sumilleres, distribuidores, productores y prensa, por esa combinación única de grandes vinos, coqueta ubicación, tamaño abarcable y ritmo amable de la cita, acompañada este año de temperaturas agradables.

La valoración por parte del Ayuntamiento de Jerez, organizadora del evento, es muy buena. “La cifra de visitantes este año ha sido de 8.000 personas, superior a la última edición de 2018, y ha repercutido positivamente en la ciudad. Sí que ha descendido un 3% el número de extranjeros, pero es comprensible dada la situación geopolítica actual”, explica Luis Flor, responsable institucional y presidente del comité asesor de Vinoble.” En general, tanto los expositores como los visitantes han salido contentos del Salón; el índice de repetición es alto”.

Entre las salas del palacio y las carpas de los jardines se distribuyeron los 42 expositores de esta edición, principalmente bodegas del Marco de Jerez pero también de otras denominaciones de vinos tradicionales de Andalucía, así como de Alicante, Canarias, Cava o Jumilla. Además de curiosidades como el hidromiel de La Rioja o la sidra de hielo sueca, había un puñado de stands de distribuidores y organismos con vinos de Canadá, EEUU, Francia, Portugal, Italia, Sudáfrica o el delicioso vinsanto de la bodega griega Hatzidakis, entre otros. Hay quien echó en falta más presencia de stands con zonas internacionales consolidadas, pero en general todo el mundo coincidió en que lo importante en la XI edición era volver al Alcázar y recuperar gradualmente la normalidad.
 


Catas variadas y de calidad

Las circunstancias especiales de la pandemia obligaron a la organización a suprimir el servicio de rotación de copas —los asistentes tuvieron que comprar una copa serigrafiada y conservarla para toda la feria— y a sustituir las catas populares en el centro de Jerez por otras más pequeñas. Si la plena normalidad vuelve, estos contratiempos se solventarán para futuras citas, pero lo que sí se mantuvo como en ediciones anteriores fueron los showcookings con cocineros y productores de la provincia de Cádiz y el programa de catas en la Mezquita y el Molino del Alcázar. Para todas ellas, las entradas se agotaron rápidamente.

El mérito de reunir un cartel variado y de calidad con un presupuesto ajustado es principalmente del divulgador Juancho Asenjo, miembro del comité asesor, con la complicidad de Luis Flor. Con inmensas dosis de pasión, complicidad con los ponentes —y como apostilla Asenjo, “mucho romanticismo”— consiguieron que hubiera presencia, no solo de vinos nobles andaluces y del resto de España, sino también de otras zonas sin stand propio en el Salón como Oporto, con una cata de Tawny a cargo de Cristina Tierno, o Champagne.

Las burbujas sin duda tuvieron una presencia considerable en esta edición de Vinoble. Se habló mucho y bien de la cata “Champagne, cambiar todo para que todo siga igual”, impartida por el equipo de A la Volé, importadores de cuvées de pequeños viticultores, y de la dedicada a los espumosos del hemisferio sur con Ada Iacob y Manu Galán.

Una de las que más demanda suscitó, y que dejó fuera a muchas personas por las limitaciones de espacio, fue la que impartió Ferran Centelles con el título “Conexión autólisis: un viaje de ida y vuelta del cava al jerez”. El ex-sumiller de El Bulli y corresponsal de Jancis Robinson en España habló de levaduras, crianza oxidativa y otros elementos que unen ambos estilos en una cata con presencia de vinos de Barbadillo y Mestres así como de sus representantes, Montse Molina, enóloga de la bodega sanluqueña, y Jaume Vial, de la casa de Sant Sadurní d’Anoia que primero utilizó el término “cava”.

Junto a estas propuestas, los asistentes a Vinoble pudieron escuchar a algunos de los nombres más reconocidos del Marco, como Sergio Martínez, que presentó la cata inaugural de este año con las novedades de Lustau; Antonio Flores, que trajo algunos de los grandes vinos clásicos de González Byass y tres nuevos finos monovarietales de palomino, pedro ximénez y moscatel; el enólogo Antonio Florido, con un repaso al origen de los vinos de Fundador en el mítico castillo de El Majuelo en Macharnudo, o el presidente del Consejo Regulador César Saldaña, que hizo un viaje por la crianza biológica en Sanlúcar con vinos como la nueva manzanilla Solera Playa, de la antigua bodega almacenista Del Río con viñedo propio en el pago costero de Miraflores, o el también nuevo y finísimo amontillado en rama La Guita, con 10 años de crianza biológica y cinco de oxidativa.

La cata que más rápido agotó sus entradas fue la de Willy Pérez y Ramiro Ibáñez, quienes también estaban con sus vinos en el concurrido stand de la asociación Territorio Albariza, a la que este año se ha unido Peter Sisseck con su proyecto jerezano (Bodegas San Francisco Javier).




Si en la edición de 2018 de Vinoble se centraron en los suelos, este año el duo más dinámico del Marco destacó las personas que, en su opinión, han sido claves en la historia de los vinos de Jerez desde el siglo XVIII hasta la actualidad porque cambiaron las reglas del juego. Su recorrido comenzó con el ampelógrafo Simón Rojas Clemente, pasando por Pedro Domecq, Manuel María González Ángel, Domingo Pérez Marín, el Conde de Aldama, el montillano Francisco de Alvear, Manuel Barbadillo —de quien se cató un Castillo San Diego de 1986— para finalizar con Eduardo Ojeda, a quien la sala rindió un bonito homenaje cuando Willy y Ramiro le invitaron a acercase desde su asiento entre el público para improvisar unas palabras.

Gente joven y más mujeres

Un punto notable a destacar en el programa de catas de Vinoble 2022 es el esfuerzo consciente de Asenjo por abrir el estrado a ponentes jóvenes y a las muchas mujeres que trabajan y defienden los vinos generosos en España. En esta edición, los asistentes a la feria pudieron catar vinos de crianza biológica con las Sherry Women, una asociación de profesionales establecida en 2013; recorrer los 100 años de Toro Albalá con Cristina Osuna y Fátima Ceballos, enólogas de la casa cordobesa que está de aniversario en 2022; descubrir las diferencias entre pagos históricos de Jerez y Sanlúcar con Paola Medina (Williams & Humbert) o Victoria Frutos (Estévez) —que compartieron plantel con Fermín Hidalgo (Hidalgo La Gitana), Antonio Flores y Antonio Florido— y confirmar la versatilidad de la uva Pedro Ximénez en una didáctica y entretenida cata con las jóvenes sumilleres Paula Menéndez y Virginia García de In Wine Veritas. De todas ellas oiremos hablar mucho más en un futuro cercano por su pasión y su valía profesional.

Fuera del recinto del Alcázar también se vive Vinoble, no solo en los tabancos, bares y restaurantes de la ciudad que dan de comer y beber a los participantes del Salón. Uno de los eventos más memorables es el de Bodegas Tradición, que volvió a abrir sus normalmente tranquilos cascos de bodega y pinacoteca a centenares de invitados que cenaron con tapas preparadas in situ por restaurantes de diversos puntos de España como Trigo de Valladolid o el vizcaíno Casa Garras. En Sanlúcar, la Taberna der Guerrita también invitó a amigos a compartir botellas en un ambiente desenfadado y lúdico mientras que este año también se celebraron eventos puntuales para clientes como el 50 aniversario de Bodegas Faustino González, el Sobretabla Fest de la distribuidora Grupo Merino o el Campeonato de España por Equipos en la emblemática casa de viña de El Corregidor, de Bodegas Luis Pérez.

No cabe duda de que el calendario de eventos paralelos al Salón va en alza cada año, tal y como ocurre en otros eventos de vino de mayor envergadura. Mientras llega la edición de 2024, toca apreciar, beber y disfrutar de los vinos tradicionales andaluces y el resto de vinos especiales que iluminan el generoso y dulce universo de Vinoble.
 


0 comentarios :