sábado, 14 de julio de 2012

El arquitecto y la casa más bonita del mundo

Un apacible día de primavera hubo un terremoto muy sentido en una ciudad, este temblor causó enormes estragos y se pidió ayuda a todo el mundo para poder rescatar todo aquello que estaba intacto o podía recuperarse.


Un arquitecto estaba por la zona y decidió acercarse a ver en que podía ayudar. Al pasar cerca del centro se encontró con una casa muy bonita, la fachada estaba intacta, esta relucía y en un montón de ruinas y escombros, se mantenía reluciente y brillante. El sol reflejaba en sus ventanas dando si quiera más luz reflejada, que la propia del astro rey.

El arquitecto vió que la puerta estaba abierta y llamó para ver si podía entrar, no contestó nadie, pero oyo una voz en el interior de la casa que le invitaba a entrar, el urbanista buscaba la voz pero no encontró a nadie. La casa era preciosa en su interior, amplia, luminosa, llena de ricas sedas en sus paredes y ventanas, suelos preciosos y brillantes, muebles de categoría insuperable, pero él se fijó en su estructura, temía que los daños fueran capaces de asolar la casa, así que empezó a examinarla.


Mientras la examinaba se daba cuenta que podría ser la casa de sus sueños, tenía fuertes cimientos, delicados yesos, paredes con ladrillos amplios, vigas trabajadas y decoradas, pero en ese momento empezó a sentir como sus pasos se tornaban en crujidos secos, y a cada zancada la casa se tambaleaba hacia todos los lados.

Esa noche el arquitecto se fue al hotel de la vecina población y decidió poner todo su empeño en recuperar la casa y que volviese a ser la más bonita del mundo, ya que temía fuera a hundirse de un momento a otro. Así que al día siguiente empezó a examinar sus cimientos, los encontró fuertes, anclados, de buena calidad, miró sus paredes, estaban resquebrajadas, pero nada que no arreglase una mano de argamasa y pintura, siguió estudiando la estructura y le pareció fuerte pero necesitaba algun puntal para sujetar alguna viga. Pero los crujidos seguían oyéndose, los pasos hacían moverse toda la casa y empezaron a caer algunos cascotes del techo.


Los planos no había manera de encontrarlos, el proyectista paso unos días en la ciudad buscando los dibujos que alguien hizo para construir esa casa, la obsesión era muy fuerte y cada vez que entraba en la casa la anhelaba más y más y pensaba que sería un reto y una satisfacción conseguir que la casa siguiera en pie, además se sentía cómodo, agusto consigo mismo, con una paz interior que le hacía sentirse como en su casa de toda la vida, pero los constantes movimientos le convulsionaban y le daban miedo, pensaba que la casa se caería y no podría alcanzar el sueño de restaurarla.


Conforme pasaba el tiempo se convirtió en su pasión, pero le hizo olvidar que otras casas también necesitaban de sus conocimientos y experiencia, casas que no eran tan atractivas, pero que eran el sustento de familias que necesitaban a personas como él, con su bagaje y disciplina. Así que un día decidió estudiar más a fondo el problema y descubrió que la estructura necesitaba asentarse. El seísmo había desencajado muchas de las uniones de las vigas y de los pilares, el suelo iba cediendo conforme se apuntalaban sus vigas, así es que tras pensarlo y aplicar todo su conocimiento y su cariño, vió que lo que necesitaba la casa era tiempo. Tiempo para que toda la estructura tomase la forma que fuese necesaria, para estabilizarse, asentarse y poder tener la completa seguridad de que volviese a estar arraigada y firme, aunque durante un tiempo nadie la habitara, era necesario.



Así que el arquitecto, con el dolor en el corazón de no poder hacer nada hasta que pasara un tiempo, decidió dedicarse a continuar su labor en otros menesteres con el pensamiento siempre en esa casa que nunca tuvo y que le gustaría tener, pero que necesitaba olvidar durante una temporada hasta que en un futuro pudiese encargarse de su reconstrucción y volviese a ser la casa más bonita del mundo.

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